En menos de dos semanas, el Rally de Montecarlo dará comienzo de nuevo al Campeonato del Mundo de esta especialidad automovilística.

Por estos días, pero cuatro décadas atrás, la tradicional prueba alpina entregó un trámite y una espectacularidad de antología. Aquella vez, Ari Vatanen logró lo que se consideraba un resultado imposible.

El finlandés, que conducía Peugeot 205 T16 de Grupo B, fue el vencedor en 1985. Era dueño de una cómoda ventaja cuando la carrera llegaba a su ecuador y, en una parada nocturna en Francia, el campeón de 1981 esperaba conservar igual o más que esos 3 minutos que ostentaba al tope del clasificador al momento de volver al principado para la llegada, restando aún 14 tramos y 394 kilómetros para la meta.

Fue en la ciudad de Gap, la misma que actualmente alberga el parque de asistencia, donde todo cambió.

El navegante del nórdico, Terry Harryman, cometió un error involuntario y llevó al líder a un control horario cuatro minutos antes de lo previsto. La consiguiente penalización de ocho minutos desdibujó lo que habían conseguido hasta ese punto.

Walter Röhrl, que había marcado el rumbo al principio, se veía primero de nuevo con su Audi Quattro, 4m41s adelante al llegar al famoso camino de Sisteron, pero el alemán se sorprendió al notar cómo Vatanen atacaba con fiereza y descontaba de forma descomunal el tiempo que había perdido.

Mientras Röhrl luchaba por acomodar su máquina a las cambiantes condiciones, la confianza del volante del 205 crecía. El Col St. Raphael sentenció el rally, ya que el Audi calzó neumáticos lisos intermedios y esa demostró ser una elección equivocada. En cambio, con ruedas con clavos en un piso que volvió a helarse, su escolta no solo lo alcanzó, sino que lo volvió a superar por otros 5m.

Hubieran sido 13m de no haber mediado aquel recargo. Ari Vatanen y Terry Harryman habían sido implacables, lo habían perdido todo y lo habían vuelto a ganar.