Para el clásico Rally de Finlandia falta casi un mes, pero esta semana se cumple un aniversario importante relacionado a esa carrera del Campeonato del Mundo de la especialidad. Cuatro décadas atrás, Ari Vatanen fue el último piloto en ganar en su país con un auto de dos ruedas motrices.
Desde 1982, la prueba escandinava siempre fue dominada por máquina de tracción integral. Doce meses antes, el revolucionario Audi Quattro de Grupo B había entrado al juego a principios de esa temporada, pero fueron el rapidísimo local Vatanen y su navegante británico David Richards quienes se alzaron con la victoria en el evento de tramos boscosos de promedio alto en las inmediaciones de Jyväskylä.
El finés no había podido imponerse previamente ante su público en el por entonces denominado Rally d ellos 1.000 Lagos, pero 1981 fue el momento de la revancha, además de que en la oportunidad se le acortó el camino hacia la única corona obtenida con un equipo privado, el de David Sutton, que preparaba los rendidores Ford Escort RS1800.
“La lucha por la punta se dio principalmente entre nosotros, Markku Alén y Hannu Mikkola. Como siempre, Markku fue muy veloz desde el principio, aunque Hannu lideró la primera etapa hasta que perdió algo de tiempo por un problema de motor. Con David, veníamos de imponernos en el Rally de Brasil, pero aquí los anotados eran muchos más y el grado de competitividad muy elevado, incluso cuando nuestro principal adversario en los puntos, Guy Fréquelin, no estaba anotado con su Talbot Sunbeam oficial. Yo quería presionar a mis colegas y vencer en casa porque en las dos ediciones anteriores había estado cerca y terminado segundo. Sentía que esta era una gran oportunidad”, recordó el as nórdico.
Todos imprimieron un ritmo fuerte. Alén se salió del camino con su Fiat 131 Abarth. Llegó a 59 segundos del Escort. Mikkola completó un podio enteramente reservado a finlandeses, a 2m52s, delante de otros dos compatriotas, Timo Salonen con Datsun Violet GT y Pentti Airikkala con otro Ford.
Vatanen estaba cumpliendo con el servicio militar obligatorio, cuyas autoridades siempre fueron flexibles con sus deportistas de elite. El volante del Ford particular ya no contaba con más días libres para salir de ese compromiso, pese a lo cual lo autorizaron a ser de la partida, con la condición de dejar los laureles mundiales para la nación. Sus superiores hasta lo fueron a ver a la ruta, para cerciorarse de que estuviera cumpliendo con esa misión excepcional en 46 tramos y más de 450 kilómetros de velocidad pura. En los festejos cerca de la rampa de llega, un general pidió una vuelta corta a fondo, la que le fue concedida como agradecimiento.
Al año siguiente, el Audi ya se demostraría imbatible, pues Hannu Mikkola y el sueco Stig Blomqvist conseguirían un 1-2 con buena ventaja sobre el Mitsubishi Lancer tracción trasera de Airikkala a más de cuatro minutos.